-Gracias compadre por invitarme esta refrescante y gélida cerveza.
-“Michelada compadre” ahora así le llaman en estos lugares que no dejan de ser cantinas disfrazadas, nomás nos pintan la cerveza no sé de qué, nos las sirven en copas con arto hielo para luego cobrarlas más caras…
Así comenzaba a desarrollarse esta historia de jubilación en Guadalajara; la plática entre dos compadres, Fortunato y Doroteo, en un conocido lugar de “micheladas” por la avenida Río Nilo en Guadalajara Jalisco. Se conocían desde hace muchos años, tantos que ni ellos podían cuantificarlos, su amistad larga la habían formalizado y fortalecido con un compadrazgo a través de un bautizo y un sacerdote como testigo y como si eso fuera poco, el destino quiso que fueran compañeros de trabajo.
Era viernes y la tarde estaba calurosa, “chelera” dirían los fieles conocedores y consumidores de estas bebidas espumosas.
Doroteo fue el que convocó a su compadre Fortunato a este encuentro, pues traía entre manos un tema que le preocupaba y que necesitaba tratar con su compadre; sin embargo no sabía cómo comenzar, Fortunato de una forma perspicaz le allanó el camino preguntándole:
“Oiga compadre, ¿qué le pasa? en estos últimos días lo he notado pensativo, como que algo le preocupa, platíqueme, ya sabe que soy su compadre en las buenas y en las malas.”
-“Bueno, ya que lo menciona, pues si me trae muy preocupado eso de que el próximo mes ya nos jubilan en la “chamba”; la verdad compadre, a mí me da miedo, no sé que voy a ser cuando me quiten el trabajo y me manden a mi casa.
-“Michelada compadre” ahora así le llaman en estos lugares que no dejan de ser cantinas disfrazadas, nomás nos pintan la cerveza no sé de qué, nos las sirven en copas con arto hielo para luego cobrarlas más caras…
Así comenzaba a desarrollarse esta historia de jubilación en Guadalajara; la plática entre dos compadres, Fortunato y Doroteo, en un conocido lugar de “micheladas” por la avenida Río Nilo en Guadalajara Jalisco. Se conocían desde hace muchos años, tantos que ni ellos podían cuantificarlos, su amistad larga la habían formalizado y fortalecido con un compadrazgo a través de un bautizo y un sacerdote como testigo y como si eso fuera poco, el destino quiso que fueran compañeros de trabajo.
Era viernes y la tarde estaba calurosa, “chelera” dirían los fieles conocedores y consumidores de estas bebidas espumosas.
Doroteo fue el que convocó a su compadre Fortunato a este encuentro, pues traía entre manos un tema que le preocupaba y que necesitaba tratar con su compadre; sin embargo no sabía cómo comenzar, Fortunato de una forma perspicaz le allanó el camino preguntándole:
“Oiga compadre, ¿qué le pasa? en estos últimos días lo he notado pensativo, como que algo le preocupa, platíqueme, ya sabe que soy su compadre en las buenas y en las malas.”
-“Bueno, ya que lo menciona, pues si me trae muy preocupado eso de que el próximo mes ya nos jubilan en la “chamba”; la verdad compadre, a mí me da miedo, no sé que voy a ser cuando me quiten el trabajo y me manden a mi casa.